Mil veces gracias
Escucha la Firma de José Luis Restán del miércoles 23 de abril

Escucha la Firma de José Luis Restán del miércoles 23 de abril
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El gran Papa San Gregorio Magno acuñó la felicísima denominación de “Siervo de los siervos de Dios” para describir la figura de cualquier sucesor del apóstol Pedro. No es un apelativo formal. Desde que Jesús le constituyó como “roca”, la vida de Pedro consistió en servir a sus hermanos, sobre todo, confirmándolos en la fe. Esa era su vocación, su oficio, y así lo es para cada uno de sus sucesores. Y por este servicio todo fiel cristiano (si no está distraído o contaminado por la ideología) debe estar agradecido al Papa con el que le toque vivir.
Esta mañana, durante la procesión que conducía el cuerpo del Papa Francisco al interior de la basílica de San Pedro, veíamos llorar como un niño a uno de los guardias suizos que acompañaban al féretro. Como un hijo lloraría la muerte de su padre. Porque eso es realmente para cada fiel cristiano el Papa. Así que yo no veo en ese llanto ningún sentimentalismo, sino la gratitud sencilla y evidente de alguien que se ha visto confirmado en la fe por la presencia y el testimonio de uno que, sin duda, era también un pobre hombre necesitado de la gracia de Cristo. Francisco nunca nos ocultó esa necesidad, que era su conciencia más profunda, y por eso pedía machaconamente que rezáramos por él.
Estos son días para la gratitud, no para discusiones estériles y abrasivas. Damos gracias por el sí de un pastor que aceptó quedarse en Roma en lugar de volver a Buenos Aires, para sentarse en una silla bastante más incómoda y calzarse las sandalias del pescador de Galilea. Las ha desgastado bien recorriendo los caminos del mundo; se ha vaciado entregándonos su palabra que siempre hablaba de Otro, hablaba de Cristo. Se la ha jugado decidiendo, porque esa era su tarea; se ha expuesto a pecho descubierto, no por bravuconería, sino porque “ay de mí, si no evangelizare”. Por eso, mil veces gracias. Con lágrimas y con risas, con dolor, pero, sobre todo, con la misma esperanza firme que a él le ha sostenido y que nos ha comunicado.