Allí luchaba por mí
Escucha la Firma de José Luis Restán del Jueves Santo 17 de abril

Escucha la firma de Restán del Jueves Santo
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Hoy quiero fijarme en la oración de Jesús en el Huerto de los olivos, ese momento único en que Jesús parece forcejear con el Padre, combate consigo mismo y combate por nosotros. Como hombre, experimenta la angustia ante el poder de la muerte, pero hay algo más. Como dijo Benedicto XVI el Jueves Santo de 2012, “Él ve la marea sucia de toda la mentira y de toda la infamia que le sobreviene en aquel cáliz que debe beber…”
Podemos imaginar cómo la voluntad natural del hombre Jesús retrocede asustada ante algo tan abismal, y por eso ruega al Padre que le evite ese trance. Sin embargo, añade: “no se haga mi voluntad sino la tuya”.
Decía el Papa que esta es la actitud contraria a la de Adán, típica de los hombres en general. Pensamos ser libres solo si seguimos exclusivamente nuestra voluntad, y Dios aparece como el antagonista de nuestra libertad. Sin embargo, cuando el hombre se pone contra Dios, se pone contra su propia verdad y no llega a ser libre, como vemos tantas veces a lo largo de la historia.
En ese forcejeo del Monte de los Olivos que volvemos a contemplar cada Semana Santa, Jesús deshace la falsa contradicción entre obediencia y libertad, es más, abre el camino hacia la libertad verdadera.
Recordemos que no se trata solo de un inocente que sufre, como tantos, una tremenda injusticia. Jesús, el Hijo de Dios hecho carne, toma sobre sí el pecado de la humanidad, nos toma sobre sí a todos nosotros, y nos conduce al Padre. Como decía genialmente Pascal, en Getsemaní, aquellas gotas de sangre que Jesús sudó, las derramó por ti y por mí, allí Él luchó por cada uno de nosotros.