Diego Garrocho: "Se dice que todos los trabajos son dignos, y solo es cierto en parte, porque un trabajo nunca puede ser coartada para explotar a personas"

La vocación es un destino, y es un hecho que la vocación profesional sea un elemento central en la vida de casi todas las personas. De hecho, hay quienes sostienen que quienes tienen una misión y logran traducirla al ámbito profesional suelen ser más felices. Esto se debe a que en el trabajo no solo hacemos cosas, en el trabajo nos hacemos a nosotros mismos.

Normalmente, dedicamos cerca de un tercio de nuestra vida, es decir, la mitad de nuestra jornada consciente, a nuestra labor profesional. Y es que el trabajo es un espacio al que dedicamos esfuerzo, talento y atención. No en vano, la palabra oficio deriva del latín 'officium', que originalmente significaba 'deber'. Tanto es así que el libro de Cicerón, 'De officiiis', se traduce en castellano como 'Sobre los Deberes'.

El trabajo es el contexto en el que cumplimos con nuestro deber social y aportamos a la comunidad nuestras habilidades. Hay quienes incluso han tenido la inmensa fortuna de poder satisfacer su vocación, es decir, que han podido responder a esa voz interior que los impulsa a convertirles en profesionales de un determinado tipo. En absolutamente todos los trabajos caben la excelencia y la atención.

Y el amor o el cuidado que ponemos a nuestra profesión es un ingrediente esencial en nuestra realización profesional. Porque trabajar es cumplir con una misión que nos ha sido encomendada y por eso es imprescindible que todas las personas tengan la oportunidad de colaborar con su talento y sus recursos al bienestar social.

Eso sí, solemos decir que todos los trabajos son igualmente dignos. Y eso es solo cierto en parte, porque un trabajo nunca puede ser una coartada para explotar a otras personas, ni una estrategia de beneficios ciegos ajena a la dignidad.